lunes, 26 de marzo de 2012

Sueño

Suelo tener sueño bastante extraños, con la ventaja de que los recuerdo detalladamente. Aunque tengo algunos más pasados a ordenador, éste es el único que he terminado. Espero que os agrade, a pesar de que, en realidad, no es nada demasiado especial.



Contemplé con detenimiento lo que había a mi alrededor. El cielo estaba completamente nublado. Me encontraba en una gran plaza cuadrada, en cuyo centro había una plataforma de piedra escalonada y espaciosa, en la cual habían levantado un escenario. La gente iba y venía, subía y bajaba las escalinatas con nervio, a pesar del cielo sombrío y nublado, y se arremolinaban alrededor de un grupo de personas con largas túnicas negras que había junto al escenario. Eran un grupo de extraños músicos que, según pude entender, acudían todos los años al festival que se hacía al comienzo del otoño.
A pesar de la fecha, todos llevábamos manga corta, a excepción de los músicos.
Los músicos. Qué raros me parecían…
Aquellas túnicas negras con capucha y su blanca piel los hacía parecer vampiros, pero no lo eran. Eran algo, y lo intuí, pero no sabía qué.
Yo iba con mis padres, pero de pronto se habían desvanecido, como solían hacer. Sabiendo que aparecerían cuando menos lo esperase, y que debían estar haciendo fotos por la plaza, decidí subir a la amplia tarima pétrea, en la cual había plantado un sauce llorón en cada esquina. Un bajo muro que rodeaba la tarima con una baranda de hierro hacía las veces de asiento, por lo que me dejé caer en él, algo cansada. Miré hacia arriba, deleitándome con la imagen del sauce llorón, que tendría de alto unos cinco metros.
Sin previo aviso, apareció de la nada alguien a mi izquierda. Era un chico de pelo negro, que se asemejaba, por su piel y vestimenta, a los músicos.
Sin saber cómo, me encontré hablando con él. Me dijo que también participaba en la actuación.
Parecía haber pasado una hora desde que comenzamos la conversación, y apenas había transcurrido un segundo, cuando nos encontramos mirándonos fija y vergonzosamente. No sabía cómo, pero de pronto me había enamorado, y supe que él me correspondía.
Continuamos mirándonos fijamente en silencio, sonriendo, estudiando los rasgos el uno del otro, mientras el sauce llorón se mecía con sutileza por el viento.
Entonces, la voz de mi madre me llamó desde abajo, y volví la cabeza. Me dijo que me pusiese en marcha, pues nos íbamos de la ciudad.
Le miré con dolor, y le dije que volveríamos a vernos. Su expresión se tornó apenada, como si escondiese algo.
Sin decir nada, le di la espalda y bajé las escaleras.
Antes de que saliese de la plaza, él me llamó. Me volví mientras mis padres continuaban andando ajenos a todo, y me acerqué a él. Le miré a los ojos, que denotaban bastante tristeza a pesar de su sonrisa.
-¿Quién eres?- pregunté, inesperadamente.
Entonces, él se inclinó con lentitud, imprimiendo un tierno beso sobre mis labios. Cuando se apartó, nos fundimos en un abrazo intenso. Los latidos del corazón me ahogaban y me dolían. Cuando nos separamos, le miré, y entendí su misterio sin palabras.
Su pelo se había vuelto blanco, y su rostro estaba surcado de arrugas. Estaba algo encorvado, y me miraba con aquella sonrisa dolorosa. Miré hacia la plataforma de piedra, desde donde los músicos nos contemplaban con la misma sonrisa triste, con los cabellos blancos y también repentinamente envejecidos.
Descubrí que, además de nosotros y ellos, no había nadie más en la plaza.
Él susurró un aterciopelado adiós, pero su voz no había envejecido. Le respondí con otro adiós y la mirada baja.
Me di la vuelta y empecé a caminar, mientras las lágrimas me cegaban.
Entonces, me encontré de repente en una bañera llena de rosas rojas.
 Me encogí sobre mí misma, abrazándome, y las lágrimas volvieron a brotar, cayendo sobre las rosas como diamantes esféricos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario