domingo, 11 de diciembre de 2011

Algunas fotografías

A veces, mi cámara me sorprende con algunas fotos que serían más propias de aquellas cuya calidad ronda en torno a un precio, como mínimo, cinco veces mayor. Aún así, no es una de las peores cámaras de su contexto.













                                  




                                                                   






                                                        (Realizada por Paola Garrido)    
                                          
 















































































Una tarde con Erika

1-La ropa

-Qué asco, mañana primer día- dije, entrecerrando los ojos con pesar y haciendo una mueca exagerada, más propia de la viñeta de un cómic.  
-Ooohhh, es verdad ¡Y yo aún no sé qué ponerme!- exclamó Erika con evidente preocupación. Abrí los ojos y me puse la mano en la barbilla, en actitud pensativa, y le dije en tono sereno:
-Eso es un gran problema, Erika- aguanté la risa-. Yo sí sé qué ponerme.
-Oh, ¿sí? ¿Qué cosa?
-Una camiseta negra de un grupo.
-Ah, no podía imaginarlo-dijo ella con notable sarcasmo, alzando las manos-. Al menos ya sabes qué ponerte.
-Sí, pero llevo tres días pensándolo, porque no me aclaro-miré hacia el suelo, concentrada en la ropa. A decir verdad, cuando me pilla el toro suelo echar mano de la primera camiseta que veo en el armario. Eso me fastidia, pero tampoco me supone la experiencia traumática que supone para Erika el no saber qué ponerse.
Agitó la bolsa en que llevaba los tacones, que acababa de sustituir por unas sandalias, y dijo:
-Yo no tengo ropa para el instituto.
Alcé las manos en ademán ingenuo, y le pregunté con incomprensión:
-Entonces, ¿para qué la tienes?
-Pues… Ay, Irene, ya te dije que la ropa que tengo es demasiado guay para el instituto. No se merecen que yo me arregle por ellos…
<<No tendrán nada mejor que hacer que pensar en si vistes demasiado bien o mal para ellos>>
-Pues por eso mismo. Tú ve arreglada y radiante, de forma que los dejes a todos por los suelos. Así serás la mejor y dejarás claro quién es el icono de moda de los pasillos. La estrella del instituto, Erika Shirley- la incité con ironía, imitando su tono triunfador cuando era su boca la que pronunciaba esas palabras.- Mira, te pones una… una blusa y una falda, como tú dices, tus tacones y hala, perfectíssssima.
Sonrió con regocijo, considerando mis palabras, y dudé de si se habría dado cuenta del matiz irónico de éstas. Aunque por otro lado, también se lo decía en serio. ¿No quería dejar claro que era la mejor? Pues entonces ahí tenía la solución. Pero a pesar de ser coqueta, siempre gusta de hacerse la modesta, para que yo le diga lo fantástica que es y ella se sienta reconfortada mientras me dice <<Ya>> o <<¿En serio?>> haciéndose la tonta. Vamos, como si no lo supiera bien, cuando ella misma se y me lo repite cien veces para que yo me dé cuenta de cuán por debajo de ella estoy  en cuestiones de moda. Lo cual no me molesta demasiado, más bien me hace gracia. Parece que todas las mujeres en su país tienen esa extraña y obsesa pasión por la moda, la elegancia, a la perfección y la necesidad continua de demostrar cuál viste mejor. En resumen, de marcar territorio. 



 
2-Los nombres

Más tarde, de pie en la cola del Burger King, donde Erika siempre se pide un King Ahorro y yo miro cómo se lo come (porque a pesar de que me gustaría comerme uno, me recuerdo a mí misma los despojos que puedo obtener por dos o tres euros) para no gastar dinero ni echar a perder dos años de dieta, comenzó a hablarme, no recuerdo por qué, sobre nombres.
-Mi nombre es muy simple. Erika- dijo para sí misma, saboreando la palabra para ver cómo sonaba.
-A mí me parece que está bien, para mi no, pero para ti sí. Es bonito.
Ella miró los menús del lugar, como si no supiera lo que iba a pedir ya de antemano. Entrecerró los ojos sin mirarme y dijo, volviendo la cabeza lentamente:
-Ya- para ella esa palabra es polivalente, la usa para casi todo, desde <<Ya, lo sé>> y <<Sí>> hasta <<Sí, lo que tú digas>> y <<¿En serio?>> o <<Ya vale>>-. Si tengo una hija le pondré Djonair.
Me quedé perpleja al oír aquello. Frunciendo el ceño de forma exagerada y arrugando la nariz, dije:
-¿Qué? ¿Diyoner? Pero, ¿ese qué nombre es?
-Djonair- me repitió ella como si fuera una niña pequeña, sorda y retrasada-. De, jota, ene…
-¿De y jota? ¿Le vas a poner DJ? ¡¿Vas a llamar a tu hija Disk Jockey?!- me di cuenta de que el tono de mi voz crecía con histeria, y casi me reí de mí misma. Me recordaba a una de las escenas de las series neoyorquinas de mujeres neuróticas. Imaginé a una niña con el pelo negro y hecho tirabuzones y con la piel de Erika corriendo por el pasillo de un instituto para escapar de sus compañeros, que le gritaban si ya había sacado un disco con su mesa de mezclas inexistente. Erika me miraba sonriente, algo avergonzada y por otra parte con resolución. Me di cuenta de que ella no había oído, o no había querido oír, mis dos últimas preguntas. Así que le sostuve la mirada, y una idea alocada me pasó por la cabeza como una estrella fugaz tras dejar aquel nombre extraterrestre flotar en mi mente. Abrí los ojos como platos y alcé las cejas.
-Tía, Diyoner suena a nombre de empresa de aviones.
-Ya, Irene, ya- respondió, apartando la mirada. Su rostro era una mezcla entre estar conteniendo la risa y estar molesta por mi comentario.
-De verdad, por eso de er, como air. Lo contienen los nombres de las empresas más conocidas, como British Airways, Spanair…
Ella se dio la vuelta, mientras se apoyaba en el mostrador de mármol esperando que la atendiesen, y replicó, abriendo los brazos con resolución:
-Pues entonces será que la gente con esos nombres llama igual a sus empresas.
-Si, será eso- contesté sin pensar. Segundos más tarde analicé aquello y me pregunté cuántas personas se llamarían Spanair o Airways de apellido o nombre.
Una hora después aproximadamente, ella me corrigió. No era Djonair, era Djony. Para mí fue como si me dijeran: <<El agua de este vaso es Font Vella, y el de éste otro es Lanjarón>>.
Agua, al fin y al cabo.



 
3-Matrimonio

Erika se sentó y soltó la bandeja sobre la mesa, al igual que hice yo con mi bolsa, en la cual reposaba el tomo nº 8 de Inu Yasha.
Comenzó a comerse la hamburguesa mientras me contaba algo de lo que no me enteré. Saqué el comic de la bolsa y empecé a ojear las primeras páginas, poniendo atención a medias en Erika, de la cual sólo captaba algunas palabras, lo mismo que del primero. En conclusión, ni sabía qué estaba leyendo ni de qué me hablaba ella.
-…porque he decidido casarme pronto, Irene.
Aquello se me clavó en la cabeza, y levanté la vista del comic lentamente hasta su rostro, con el ceño fruncido y la boca convertida en una línea recta. Estuve a punto de decirle si tenía fiebre y tocarle la frente, pero en lugar de eso musité:
-¿Qué has dicho?
-Que he decidido casarme pronto- repitió ella con aparente alegría.
<<Ya se ha vuelto loca del todo>> pensé.
-Erika, eres muy joven, Y además, ¿con quién piensas casarte?
-Con un tío rico y guapo.
-Claro, cómo no. Que tenga dinero.
-Por supuesto, que pueda mantenerme.
-Pues ahí tienes a Antonio Plaza. El único inconveniente: no hay quien lo aguante- le dije, poniendo los ojos en blanco mientras ella me observaba pensativa masticando su hamburguesa de los chinos. Aborrecía a aquel tío, y ella también.
-¿Antonio Plaza es rico?
-Yo qué sé si ese gilipollas es rico. Diría que sí, pero bueno…-ya no sabía ni lo que decía. Preferí no continuar la frase con << Parece que lo es, con esos calzoncillos que lleva de pavos reales de marca y que siempre me pone en la cara. Se cree guay>>.
-Bueno, tal vez lo consideraría. Puede que lo hiciera.
Casi me decepcionó el comentario, aunque viniendo de ella podía esperarlo. Guardé el comic.
-¿Y cómo, si os lleváis fatal?
-Me haría su amiga y lo seduciría.
-Ajá- la insté a seguir, pues sospechaba que lo siguiente me haría gracia.
-Y una vez casados, le daría una paliza hasta matarlo por ser tan estúpido y tan idiota- el odio y la pasión de sus palabras y su mirada hizo que no pudiera aguantar la carcajada que me subió por la garganta. También ella se rió mientras se limpiaba las manos de ketchup.
-Bueno, podrías esperar a que esté viejo y hecho polvo y tenga el marcapasos defectuoso. Así se moriría pronto y te quedarías con la pasta- le propuse, aún riendo.
-Sí, Irene, y entonces yo sería también igual de vieja, sólo un año más joven, y no podría disfrutar de su dinero.
Busqué una solución rápida.
-Los tíos envejecen antes- miré a un lado y a otro a modo de evasiva.
Pareció taciturna, y entonces dijo, al cabo de unos segundos:
-O podría contratar a alguien para que lo matase. Yendo por la calle le diría a alguien <<¿Quieres ganarte un par de pavos… doscientos euros?>>
-Joder, ¿doscientos euros para matar a ese… ese…para matar a eso?
-Mmm, no. Mejor cuatro mil.
Entonces, seguimos discutiendo el precio que podría merecer la cabeza de aquel besugo engreído. 




 
4-El recreo

-¿Vosotros podéis salir en los recreos este año?- le pregunté a Erika, ya que en mi nuevo instituto sí que puedo, además de entrar y salir cuando me venga en gana, aunque seguro que no lo haré, como siempre. Por lo que me quedaré mirando, al igual que con la hamburguesa de harapos cárnicos de Erika, cómo los demás se van tan tranquilos y yo me quedo por miedo a tener una falta injustificada o que mis padres se enteren.
-No lo sé. Supongo, aunque yo aún no puedo. Tengo que esperar a mi cumpleaños.
-Ah, cierto, eres un año menor.
-Ya.
-Pues yo sí puedo. Y también puedo entrar y salir cuando quiera- le conté, excitada por la idea-. Además, me viene de perlas. Frente al instituto tengo tres bares, una fotocopistería, una tienda de informática, un sitio en el que preparan los mejores perritos calientes y el centro a dos pasos, para irme a ver tiendas si me aburro o darme un paseo por la Victoria.
Erika se sorprendió enormemente, y dijo, emocionada:
-¡OH! ¿En serio? ¡Qué guay! Imagínate que, justo una hora antes del recreo, se te ensucia la blusa y tienes dinero en la mochila. Podrías salir al terminar la clase e ir a comprarte una nueva. Y si no te pega con los zapatos, pues te compras otros zapatos que combinen con la blusa nueva- hablaba eufórica, alzando los brazos. Me la imaginé en una manifestación.
-Pues claro, Erika. Y ya de paso, te compras otra falda, pero que te pegue con los zapatos y la camiseta, y si no pega, pues compras otra más. Y un vestido, por si todo eso se te mancha. Y luego te compras un bolso que combine con el vestido y los zapatos y, a ser posible, que también pegue con las camisetas y las faldas. Si no, pues ya sabes, compras otro, para que pegue y por si se mancha o se estropea el primero.
-¡Ya!- exclamó ella con patente histeria y una sonrisa enorme en el rostro.
<<Pero, ¿de dónde piensa sacar el dinero? A lo mejor cree que le caerá del cielo. >>
-No creo que te diera tiempo de comprar tanto.
-Claro que sí. Sales corriendo del instituto y te lo compras.
-¿Seguro? Creo que no te dará tiempo de llegar al mercadillo.
-Irene-apoyó el codo en mi hombro en afán vanidoso y triunfador-, yo no me rebajo a eso. Oh, Dios, no puedo ni imaginarlo. Qué humillación.
-Vaya, una degradación del ego tremenda. Tener que comprar en el mercadillo. Aún peor: que Erika Shirley  tenga que ir allí ¿Dónde se ha visto?
-Ya.
-Y dale con el ya.
Ignoró por completo mi comentario y dijo:
-¿Por qué crees que tendría que llegar hasta el mercadillo?
-Porque no se de dónde ibas a sacar el dinero para comprarte todo eso en las tiendas del centro.
Erika emitió un já que lo dejaba todo claro.
-Yo siempre compro ropa cara. Tú ya sabes que me gasto el dinero que haga falta en eso.
-Claro que lo sé. Lo se perfectamente ¿No ves que yo hago igual?
-Ya, con tus tiendas por Internet en las que te compras los corsés esos tan caros.
En su rostro empezó a formarse aquella sonrisa perversa que afloraba siempre que se disponía a restregarme por la cara lo que piensa de mi ropa, mientras me dice cínicamente que si no fuera mi amiga no lo haría, y que son críticas constructivas.



 
5-Deudas

-…que por cierto, me debes dos euros con setenta- la miré con acusación y sonrisa. Siempre que alguien que no me devuelve el dinero me vuelve a pedir, a regañadientes le vuelvo a prestar y me prometo que la próxima vez diré que no tengo, cosa que se repite eternamente. Aún no me había devuelto aquel dinero, y sabía que no lo haría, pero por otra parte dejaría de insistirle, ya que me daba vergüenza seguir reivindicándole dos con setenta como una miserable. Este mi proyecto mental y de futuro inmediato se vio impulsado al momento bruscamente por Erika. Me miró con cara de saberlo todo y dijo:
-Ya, Irene. Pero en realidad me lo debías tú a mí.
-¿Qué dices?
-Bueno, siempre que venimos aquí y tú no pides nada te dejo coger de mis patatas…
-Ah, vale, vale.
-…y siempre que pido un batido en la heladería te dejo que le des unos cuantos sorbos, en incluso pido otro para ti, es decir, para compartirlo de nuevo…
Me sentí atrapada.
-Sí, sí, Erika. Es cierto, ya está.
-…y cuando compro chucherías siempre cojo algo para ti…
-¡Que ya me he enterado! ¡Deja de echármelo en cara y no me restriegues más mi fracaso absoluto! Ya no te lo pido más. Ea, ya estás contenta, ¿no? - dije intentando sonar indignada mientras aguantaba la risa y saboreaba la derrota. Iba a responder que de lo que yo había tomado parte aquellas ocasiones aún no llegaban al valor de dos con setenta, pero preferí dejarlo.




sábado, 10 de diciembre de 2011

El Arte

 Una redacción que tuve que escribir para un trabajo de filosofía. Me gustó cómo había quedado, y decidí publicarla.


El arte, por definición semántica, es entendida generalmente como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa, a través de la cual se expresan ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, mediante diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos o sonoros. También es un componente de la cultura.
Pero además, el arte es visto de una manera diferente por cada persona. No solo es algo aburrido que alguna vez tenemos que estudiar.
El arte es una manera de vivir, una forma de apegarse a la vida con una actitud contemplativa y admiradora de la belleza en todas sus manifestaciones y apariencias, desde una tarde oscura y lluviosa a una puesta de sol que refleja sus colores en la vidriera y las piedras de una iglesia del siglo XII.
En el campo de la expresión de sentimientos, es un apoyo excepcional. No hay límites artísticos para plasmar sueños, sentimientos, deseos, fantasías… Se expresan desde dos acordes de piano hasta una pintura surrealista.
Es una forma de exteriorizar secretos, disfrazándolos de forma que nadie pueda descifrarlos, excepto quien consiga comprender en toda su esencia el entramado que esconden las pinceladas, las melodías, las letras…
El arte es como escribir un diario por dos razones: la primera, porque con ella podemos vaciar nuestro interior, compartir todo lo que nos preocupa, alegra, e intriga, y en nuestra voluntad está el expresarnos exteriormente de forma clara u ocultando lo que sentimos realmente, a la vez que los damos a entender simbólicamente.
La segunda, porque a través de ella hacemos que las cosas no se pierdan en el tiempo, que no caigan en el olvido: conseguimos atraparlas para que otros puedan conocerlas como eran antes de que cambiasen, conservar sucesos y pensamientos para que sean vistos en otro tiempo.
Es un medio de transmisión y conservación temporal.
Tenemos la certeza de que, si escribimos un diario, por mucho que lo vistamos con enrevesados candados, alguien lo encontrará, dentro de no se sabe cuánto tiempo y leerá lo que dejamos tras nosotros, lo que nos conservó en el tiempo, aunque solo fuesen retazos de lo que éramos al completo. Y por seguro tenemos que alguien conseguirá abrir los candados, que nos entenderá, que compartirá nuestras ideas y se sentirá acompañado.                                                                   
  
Ahora, piensa en el arte de esa forma. A pesar de su apariencia compleja y aburrida, se basa en los hechos y rasgos de una simple vida, y es fácil de entender si se la estudia desde sus raíces, nuestro interior.
En conclusión, el arte no son solo cuadros. Es incluso una forma de pensamiento, es la esencia de la vida. Si se sabe cómo verlo, la vida en sí misma es artística, ya que el arte tiende a buscar la belleza. Y si la belleza nos provoca placer, y nosotros buscamos ese placer, ¿no está acaso la vida ligada al arte de alguna manera? ¿No somos seres artistas por naturaleza? Generalmente se dice que es algo que se aprende, pero parece que en realidad proviene de nuestro interior.
Es algo que nosotros tenemos que desplegar. 

Vivencia

-Hay mucha economía sumergida en este país, y muchísimo dinero negro- se acercó el cigarrillo a la boca y, tras una breve calada, expulsó el humo-. Y eso alimenta la crisis.
Volví la vista a mi plato de nuevo, y me llevé a la boca el tenedor, en el que había ensartado una rodaja de pulpo con pimentón, no sin antes acercármelo a la nariz para olerlo.
Miré hacia la ventana, por encima de las cabezas de los demás comensales de la sala, y aspiré con placer el aire cargado del aroma de los jazmines que trepaban en las paredes, afuera.
Continuaban hablando sobre aquello. Siempre lo mismo, ¿por qué?
Giré la cabeza de nuevo y observé cada detalle de aquel momento, tan simple y memorable sin embargo.
Seguía sosteniendo su cigarrillo entre el índice y el corazón, mientras miraba con atención a su hermano y asentía a cada frase que éste pronunciaba. La examiné, absorta con captar cada detalle y considerarlo visualmente.
Miré sus pestañas, caídas pero desprovistas de grumos y raigones espesos de rimel, al igual que sus ojos. Sin arrugas ni maquillaje, seguía manteniendo la piel tersa a pesar de sus cincuenta y tres años. El carmín en los labios, que parecían hablar con la sabiduría y experiencia de un dragón milenario, le sentaba muy bien, siempre se lo digo. Le confiere el aspecto que realmente tiene, el de alguien inteligente y fiel a sus ideales. Las cejas finas le aportaban seriedad y denotaban la atención que prestaba al tema tratado.
Una imagen perfecta.
Para una fotografía, sí. Eso pensé. Aunque la resignación se abrió paso, como siempre me ocurría, cuando llegó a mi cabeza la idea de que, a pesar de no tener la cámara a mano, ésta no captaría la perfección que la imagen tenía para mí.
Me recordó a una de aquellas fotógrafas amantes de artistas bohemios, como Dora Maar o Gala.
 La imaginé en blanco y negro, y la fotografía habría sido perfecta en su medida. Digna de ser expuesta al público en alguna de aquellas exposiciones, valga la redundancia, que organizan en la calle Ronda de los Tejares.
Exposiciones de fotografías de escenas mundanas, que tienen mucha importancia en el arte moderno.
Entonces volví al mundo y al tiempo reales, y aquello se volatilizó, aunque decidí no olvidar esos escasos mas eternos segundos para relatarlos.
Un momento, una imagen.
No son importantes porque sean grandes acontecimientos, si no por la importancia que nosotros les damos, por la intensidad con que nos captan.