lunes, 18 de junio de 2012

Fotos 2012

Muchos se preguntarán por qué no modifico las fotos de forma que no aparezca la fecha. Y es porque me gusta que aparezca, como marca histórica, como firma, como un elemento más del conjunto o como prefiráis verlo.
Estas fotografías están hechas desde la Navidad de 2011/2012 hasta el momento, de ahí que me haya demorado en subirlas.
Quería reunir varias que me pareciesen singulares, y aquí están, aunque son muchas menos que la anterior entrada fotografías. Disfrutadlas.





































































                                   (Realizada por Elena Sánchez)

jueves, 14 de junio de 2012

Sueño II

Otro de mis extravagantes sueños, los cuales iré publicando si el tiempo y la memoria me lo permiten.

Un día con cielo despejado. Sin embargo, el sol no se ve por ningún sitio, recorra cuanto recorra el cielo con la mirada. La luz que ilumina el camino, protegido de las sombras del bosque, es homogénea, como si no viniese de ningún sitio en particular.
Un fuerte resplandor se cuela por la masa oscura de la vegetación, por la cual me muevo hasta llegar a aquello que brilla.
Es un puente de plata trepanada, que une una orilla de bosque con otra, sobre el camino de arena.
Salgo del bosque y avanzo hasta la mitad del puente, en la cual me detengo, y apoyo los antebrazos en su borde resplandeciente.
Abajo hay alguien. De pronto, le reconozco como a Él, pero no se quién es.
Sólo sé que tiene alguna relación conmigo, según dictan mis sentidos.
Un dolor afilado e intenso entonces me hace bajar la vista a mis brazos, de los cuales se derraman ríos de sangre que resbalan veloces por el trépano de la plata.
Los aparto del borde, y me fijo en que éste se ha transformado su forma plana en un filo a doble vertiente en toda su longitud.
Algo me dice que no hay nada malo, que puedo volver a posarme sin problemas.
Y mis brazos lo hacen solos, se vuelven a apoyar sobre el afilado borde, que cada vez penetra y perfora más mis venas. El dolor crece, pero no puedo retirar los brazos.
Él, que está abajo, me ayudará. Seguro que lo hará.
Pero le llamo, sin voz, cual actriz de una película muda, y Él ni siquiera vuelve la vista.
Está mirando fijamente, de espaldas a mi, el final del camino, que se pierde en el horizonte.
Dirijo hacia allí la mirada, donde algo está avanzando ávidamente en dirección a nosotros.
Es agua, pero me produce un inexplicable terror que, al fin, me permite liberar mis destrozadas muñecas del filo ensangrentado, que casi ha alcanzado a rallar mis huesos.
Siento un enorme impulso de apartarme del puente, aunque sobre él esté segura del extraño y siniestro río que se acerca.
Pero no puedo irme sin advertirle, sin decirle que se salve. Mas mi voz no se presta a mi voluntad, y sigo articulando palabras que jamás alzan el vuelo.
Entonces, terminando de desgarrar lo que queda de mis brazos, apoyo las palmas de las manos en el filo, y me inclino con el corazón ahogándome, intentando gritarle, sin éxito.
Cuanto más avanza el río, más se puede alcanzar a oír algo.
Son risas, gemidos, gritos.
Y vienen del río.
Él sigue de pie, sin alterarse lo más mínimo, contemplando cómo se acerca el agua.
Los sonidos van creciendo en volumen, y el río, inesperadamente, se detiene a escasos metros de Él.
Contemplo con horror los fantasmales rostros que se retuercen, serpentean y lanzan quejidos en el agua.
Él se da la vuelta, y mira hacia donde estoy, pero sin verme, buscando con la mirada como si yo estuviese hecha de aire.
Al fin parece atisbarme, y en su rostro se dibuja una enorme sonrisa, a la par que sus ojos se abren con euforia.
Entonces, se vuelve de nuevo, entusiasmado.
Y, un segundo más tarde, el río le devora, continuando su camino,llenando ese espacio arenoso de algo horripilante, hasta el otro extremo del horizonte.

lunes, 26 de marzo de 2012

Sueño

Suelo tener sueño bastante extraños, con la ventaja de que los recuerdo detalladamente. Aunque tengo algunos más pasados a ordenador, éste es el único que he terminado. Espero que os agrade, a pesar de que, en realidad, no es nada demasiado especial.



Contemplé con detenimiento lo que había a mi alrededor. El cielo estaba completamente nublado. Me encontraba en una gran plaza cuadrada, en cuyo centro había una plataforma de piedra escalonada y espaciosa, en la cual habían levantado un escenario. La gente iba y venía, subía y bajaba las escalinatas con nervio, a pesar del cielo sombrío y nublado, y se arremolinaban alrededor de un grupo de personas con largas túnicas negras que había junto al escenario. Eran un grupo de extraños músicos que, según pude entender, acudían todos los años al festival que se hacía al comienzo del otoño.
A pesar de la fecha, todos llevábamos manga corta, a excepción de los músicos.
Los músicos. Qué raros me parecían…
Aquellas túnicas negras con capucha y su blanca piel los hacía parecer vampiros, pero no lo eran. Eran algo, y lo intuí, pero no sabía qué.
Yo iba con mis padres, pero de pronto se habían desvanecido, como solían hacer. Sabiendo que aparecerían cuando menos lo esperase, y que debían estar haciendo fotos por la plaza, decidí subir a la amplia tarima pétrea, en la cual había plantado un sauce llorón en cada esquina. Un bajo muro que rodeaba la tarima con una baranda de hierro hacía las veces de asiento, por lo que me dejé caer en él, algo cansada. Miré hacia arriba, deleitándome con la imagen del sauce llorón, que tendría de alto unos cinco metros.
Sin previo aviso, apareció de la nada alguien a mi izquierda. Era un chico de pelo negro, que se asemejaba, por su piel y vestimenta, a los músicos.
Sin saber cómo, me encontré hablando con él. Me dijo que también participaba en la actuación.
Parecía haber pasado una hora desde que comenzamos la conversación, y apenas había transcurrido un segundo, cuando nos encontramos mirándonos fija y vergonzosamente. No sabía cómo, pero de pronto me había enamorado, y supe que él me correspondía.
Continuamos mirándonos fijamente en silencio, sonriendo, estudiando los rasgos el uno del otro, mientras el sauce llorón se mecía con sutileza por el viento.
Entonces, la voz de mi madre me llamó desde abajo, y volví la cabeza. Me dijo que me pusiese en marcha, pues nos íbamos de la ciudad.
Le miré con dolor, y le dije que volveríamos a vernos. Su expresión se tornó apenada, como si escondiese algo.
Sin decir nada, le di la espalda y bajé las escaleras.
Antes de que saliese de la plaza, él me llamó. Me volví mientras mis padres continuaban andando ajenos a todo, y me acerqué a él. Le miré a los ojos, que denotaban bastante tristeza a pesar de su sonrisa.
-¿Quién eres?- pregunté, inesperadamente.
Entonces, él se inclinó con lentitud, imprimiendo un tierno beso sobre mis labios. Cuando se apartó, nos fundimos en un abrazo intenso. Los latidos del corazón me ahogaban y me dolían. Cuando nos separamos, le miré, y entendí su misterio sin palabras.
Su pelo se había vuelto blanco, y su rostro estaba surcado de arrugas. Estaba algo encorvado, y me miraba con aquella sonrisa dolorosa. Miré hacia la plataforma de piedra, desde donde los músicos nos contemplaban con la misma sonrisa triste, con los cabellos blancos y también repentinamente envejecidos.
Descubrí que, además de nosotros y ellos, no había nadie más en la plaza.
Él susurró un aterciopelado adiós, pero su voz no había envejecido. Le respondí con otro adiós y la mirada baja.
Me di la vuelta y empecé a caminar, mientras las lágrimas me cegaban.
Entonces, me encontré de repente en una bañera llena de rosas rojas.
 Me encogí sobre mí misma, abrazándome, y las lágrimas volvieron a brotar, cayendo sobre las rosas como diamantes esféricos.