sábado, 10 de diciembre de 2011

Vivencia

-Hay mucha economía sumergida en este país, y muchísimo dinero negro- se acercó el cigarrillo a la boca y, tras una breve calada, expulsó el humo-. Y eso alimenta la crisis.
Volví la vista a mi plato de nuevo, y me llevé a la boca el tenedor, en el que había ensartado una rodaja de pulpo con pimentón, no sin antes acercármelo a la nariz para olerlo.
Miré hacia la ventana, por encima de las cabezas de los demás comensales de la sala, y aspiré con placer el aire cargado del aroma de los jazmines que trepaban en las paredes, afuera.
Continuaban hablando sobre aquello. Siempre lo mismo, ¿por qué?
Giré la cabeza de nuevo y observé cada detalle de aquel momento, tan simple y memorable sin embargo.
Seguía sosteniendo su cigarrillo entre el índice y el corazón, mientras miraba con atención a su hermano y asentía a cada frase que éste pronunciaba. La examiné, absorta con captar cada detalle y considerarlo visualmente.
Miré sus pestañas, caídas pero desprovistas de grumos y raigones espesos de rimel, al igual que sus ojos. Sin arrugas ni maquillaje, seguía manteniendo la piel tersa a pesar de sus cincuenta y tres años. El carmín en los labios, que parecían hablar con la sabiduría y experiencia de un dragón milenario, le sentaba muy bien, siempre se lo digo. Le confiere el aspecto que realmente tiene, el de alguien inteligente y fiel a sus ideales. Las cejas finas le aportaban seriedad y denotaban la atención que prestaba al tema tratado.
Una imagen perfecta.
Para una fotografía, sí. Eso pensé. Aunque la resignación se abrió paso, como siempre me ocurría, cuando llegó a mi cabeza la idea de que, a pesar de no tener la cámara a mano, ésta no captaría la perfección que la imagen tenía para mí.
Me recordó a una de aquellas fotógrafas amantes de artistas bohemios, como Dora Maar o Gala.
 La imaginé en blanco y negro, y la fotografía habría sido perfecta en su medida. Digna de ser expuesta al público en alguna de aquellas exposiciones, valga la redundancia, que organizan en la calle Ronda de los Tejares.
Exposiciones de fotografías de escenas mundanas, que tienen mucha importancia en el arte moderno.
Entonces volví al mundo y al tiempo reales, y aquello se volatilizó, aunque decidí no olvidar esos escasos mas eternos segundos para relatarlos.
Un momento, una imagen.
No son importantes porque sean grandes acontecimientos, si no por la importancia que nosotros les damos, por la intensidad con que nos captan.

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